miércoles, 14 de diciembre de 2011

domesticidad fatal




Mientras fregoteaba el pasillo, me he dado cuenta que estaba lleno de extraños seres, caras espantosas que destilan dolor y un odio eterno por su destino. Afortunadamente el bioalcohol y su olor a foresta me protegía.

A pesar de que me dolía la cabeza como un entierro a un domingo soleado. Descuarticé el pollo, actor protagonista en la sopa e invitado especial a la fiesta de la cerveza en cacerola. Desmembrando y friendo me vinieron a la cabeza los fantasmas del pasillo. Las almas de todos los cadáveres que han pasado por la cocina y han logrado burlar el extractor, viven en el pasillo. Mientras caía en la cuenta de todo esto, había destripado y cortado en aros seis calamares, quizás padres de familia, a los que llorarán sus deudos. Por no hablar del pollo, quizás en su primera noche de juerga había caído... o peor después de concertar para dentro de dos días su primer encuentro sexual. Entre las víctimas del domingo dos cebollas, tres tomates, perejil, etc. Todos arrancados de su vida cotidiana, que salvajada...

Si tomas un Gintonic que sepas que las bayas de enebro, esos graciosos seres que recuerdan a un conguito, son aplastados y estrujados vivos para extraer su jugo, sin piedad. Así que si el domingo te duele la cabeza es por el entierro que se está celebrando en tu cabeza tras el asesinato que el sábado has perpetrado en tu organismo.