lunes, 18 de julio de 2011
Insomnio
Hace días... noches, mejor dicho, que me cuesta conciliar el sueño. Es como si percibiera una presencia extraña, podría decir un espectro, pero es una posibilidad tan aterradora que prefiero no considerarla. Percibo algo pero no sé... la turbadora sensación de un remordimiento que no pudieras emparejar con ninguna culpa.
En mitad de la noche el aire va ganando en densidad hasta el punto de dificultarme la respiración, entonces me incorporo bruscamente con la sensación de precipitarme sobre la cama desde la altura del techo, sin aire. Durante unos minutos permanece la sensación de estar flotando en un mar muerto, del que he emergido con urgencia en busca de aire. Al fin, progresivamente esa densidad fría que me oprime remite hasta desaparecer.
Cada día me cuesta más volver a casa. Ayer mirando los gráficos de producción de los últimos meses he percibido como la carga de trabajo se ha ido desplazando hacia las tardes, si hay posibilidad, siempre hacia las últimas horas, ni siquiera era consciente de ello ni tampoco de como estoy asumiendo más viajes que mis compañeros.
Durante la última semana, en la que he tomado consciencia de la situación me resulta muy difícil volver a casa, como en aquellos días en los que el perro estaba moribundo, cada día un poco más lejos un poco más apagado, con la mirada más vidriosa...
Es verdad que he estado consultando en la web parapsicólogos y mediums, pero en el último momento me freno y trato de buscar una explicación racional.
Tampoco tengo claro que un especialista en salud mental sea el destino donde erradicar esta amenaza. El resto de mi vida está como siempre, amigos, trabajo, si exceptuamos esa pequeña sobrecarga a la que me someto con sutil predisposición. Claro está, también hay que añadir su ausencia, pero hace ya meses que ella se fue.
Por otra parte la casa es nueva, en los terrenos donde está construida no había ningún cementerio o enterramiento histórico, eran fincas rústicas forestales pobladas con planifolios de tres o cuatro especies, justo al borde del soto bosque fluvial. Que yo sepa mis vecinos no han tenido mayor problema, ninguno de los siete que habitamos estas viviendas clónicas en este paisaje idílico.
La habitación es un estándar, el suelo de madera proporciona un matiz sabroso al crema de las paredes y el techo. En la distribución domina una simetría radial, partiendo de un eje imaginario que divide la cama en dos mitades iguales, las mesillas son el único toque discordante una es blanca y la otra negra satinada, con sus patas torneadas soportan las lámparas como si fuesen satélites triunfantes con más protagonismo que el propio planeta, siempre me parecieron excesivamente aparatosas... Por lo demás antes de que la linea imaginaria atraviese la pared se encuentra la cómoda meticulosamente centrada tres cajones superpuestos en cada mitad y uno común en la parte más baja y los armarios, paquidermos de este ecosistema simétrico. Su armario está vacío ahora, después de haber sido su mayor confidente, silente guardián de sus secretos, testigo de todos los gestos, de cada centímetro de piel, cada giro de su cuello delicioso, protector de todas sus intimidades, quien sabe si el único confidente de sus planes. Tras el arco iris de todos sus registros, la aridez transparente de la nada.
Antes de acostarme prefiero cerrar sus puertas, por aquello de evitar la mala vibración del recuerdo y para sentirme más cómodo y tener a raya el agujero negro de su interior.
De repente cuando invariablemente me he despertado con la sensación de asfixia fría he reparado en que sus puertas estaban abiertas en par, y yo a los pies de la cama. El armario está tratando de devorarme para llenar enorme vacío que ella nos ha dejado dentro.
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