domingo, 5 de febrero de 2012

Flechazos



Muñeca, no puedes reprocharme nada, gracias a mi eres lo que eres y has llegado a donde has llegado, a fin de cuentas yo te saqué de donde estabas. No mal interpretes mis palabras, no pretendo ponerme estupendo ni redentor de males ajenos. Esto no tiene nada que ver contigo ni con que me sepa de memoria tus curvas, sigo necesitando pastillas para el mareo cuando las recorro. Ya sé que a las siete de la tarde eres capaz de transformar el más vulgar de los bulevares en una galerna de lascivia y lujuria contenida.

Esta vez es diferente, nunca había visto un universo como el que se dibujó en el fondo de sus pupilas al derramarse  las salpicaduras del sol a través de la persiana entornada, su presencia contenida en gestos delicados y poderosos sabe a naufragio y aguacero. Es insoportable su mirada cargada de timidez y estrellas, ni de niño me habían hecho sentir tan pequeño y vulnerable como me siento frente a la insinuación de su sonrisa. Tienes que entenderlo, ya no soy yo, soy ella.

Muñeca, no puedes quejarte, guardo la factura y la caja, me sería fácil devolverte a tu destino.